Sin duda, uno de los desafíos más inmensos que hemos tenido, docentes y educadores desde el comienzo de la pandemia ha sido ir desarrollando en nuestros estudiantes el logro de habilidades, competencias, contenidos y saberes, sin estar al lado de ellos. Acompañar el proceso educativo es un camino duro sin duda, y lo es más aún, cuando desconocemos los factores contextuales que acompañan a tantos niños y jóvenes desde la realidad de sus casas. Inventar nuevos métodos, adecuar el curriculum, facilitar tecnologías que mejoren la conectividad y flexibilizar tiempos y plazos ha sido para muchos, pan de cada día.
Hacer educación sin duda, es muy difícil en las circunstancias que enfrentamos, pero aún es más difícil y a la vez desafiante, traspasar la alegría de la fe y la esperanza activa por los medios tecnológicos donde no vemos caras ni escuchamos sentimientos y solo nos reducimos a un emoji o a un comentario de chat. En este contexto la Semana Santa nos desafía y nos interpela a cuestionar de qué forma podemos ser transmisores reales del Evangelio o de qué forma podemos comunicar el sentido real del sacrificio pascual de Jesús, que no es otro que dar la vida y en ella darnos vida abundante. No existe una fórmula ideal y quizás el camino más sencillo y práctico a la vez, es comunicar la alegría de la fe, la que no nace necesariamente del aprendizaje teórico en algún texto sino de la experiencia de habernos encontrado con quien sabemos, nos ama profundamente. Es la experiencia del encuentro, del saber que al otro lado de la pantalla no hay alumnos o docentes, hay personas y hermanos todos. Las mayores posibilidades de comunicación se traducirán en más posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos (Evangelii gaudium, 87) y de esta manera, quién se conecta a una clase no lo hace con un profesor o profesora de lenguaje, matemática o Historia, lo hace con otro que también siente, sufre y se alegra con las circunstancias que vivimos, todos juntos en una clase que es también un encuentro humano.
La búsqueda de tales fórmulas es estrictamente necesario para no olvidarnos que la pandemia nos aleja físicamente pero no socialmente, porque lo social es encuentro y es compartir y las maneras para realizar esto, hoy nos permiten vivenciarlo incluso en lugares distintos. Cuando practicamos la experiencia educativa lo hacemos para que el otro encuentre no solo un contenido o un concepto, sino que una experiencia vinculante, un hacer y sentir fraterno. Es la “cultura del encuentro” de la que nos habla el Papa Francisco en la Encíclica Fratelli tutti (…) significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que nos incluya a todos (216). En este sentido, nuestros niños y jóvenes sufren con el encierro, algunos de manera más extrovertida que otros, algunos más silentes y otros con más llantos y pesares, es por tanto la Semana Santa, una hermosa oportunidad para que en cada clase o instancia de conexión, podamos traspasar y concientizar que esos pesares y dolores, los vivió también Jesús, y que por tanto, Él nos entiende mejor que nadie, pero como tal, nos invita a la Pascua de su Resurrección, que es también, una experiencia para renacer desde nuestras actitudes y disposiciones aunque sigamos encerrados por mucho tiempo más.
En definitiva, quienes vivimos la experiencia de educar desde las aulas, tenemos una oportunidad invaluable de transmitir de muchas maneras la gracia de la fe, y de generar conciencia en nuestros alumnos y alumnas de la valoración de la vida, del respeto, de la libertad, del amor al prójimo y del cuidado de la casa común. En resumen, la Semana Santa como una experiencia de Cruz, pero finalmente como experiencia de luz verdadera, en nuestro hogar, con la familia que me toca, con la pandemia que enfrentamos y con una vida que sigue, aún desde las redes en la profunda necesidad de ser cada día más humanos a ejemplo de Jesús, el Señor.
Héctor Rauld Fuentes
Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales
Secretario Ejecutivo Pastoral Juvenil Diócesis de San Felipe